Los anteojos mágicos
07 Sep. 2021
Como novelista me resulta imposible no recurrir a los cuentos repletos de enseñanzas y fantasías. Desde muy pequeño soñé o ideé posibilidades de desentrañar la verdad escondida en el mundo de los adultos. Aquí voy entonces con este viejo objetivo que he deseado alcanzar desde muy joven, mismo que he confesado en varios foros:
Cuentan que un viejo optometrista empeñado en inventar unos anteojos únicos que pertenecían al mundo de la ciencia ficción logró finalmente su propósito después de muchos años de hermético encierro en su laboratorio, en el que liberó a la Loca de la Casa, la imaginación. Los ingredientes de su éxito científico fueron, sin duda alguna, su tenacidad a prueba de la más intensa de las tentaciones, su disciplina espartana, sus conocimientos adquiridos a lo largo de muchas noches de insomnio y finalmente sus convicciones patrióticas fundadas en sus fervientes deseos de desenmascarar a los funcionarios corruptos, a los líderes venales, a los legisladores y a los gobernadores podridos y, en general, a los políticos agusanados que devoraban los ahorros públicos, así como las esperanzas en contar con un México mejor. ¿En qué consistió la maravilla de su descubrimiento con el que aterrorizó a la inmensa mayoría de presupuestívoros que se disputaban impunemente los bienes de la nación, de la misma forma en que las aves de rapiña se pelean por la mejor parte de la carroña?
Muy sencillo: al colocarse los lentes y ver a los ojos a quien fuera, podía descubrir y saber a ciencia cierta el patrimonio bien o mal habido de las personas que lo rodeaban. De inmediato hizo la prueba con su esposa. ¿Resultado? Su mujer poseía en el banco el saldo de la última quincena depositada por él mismo. Ni un quinto más, salvo ropa y algunas alhajas heredadas de su madre y de su abuela. El resultado no pudo ser más exitoso. Llamó a sus hijos mayores de edad, sobrinos, parientes y amigos. Acertó en cada una de sus auscultaciones visuales. El paso a seguir consistió en asistir a una oficina de licencias en cualquier alcaldía de la capital de la República. Con tan sólo mirar a la cara a los supuestos humildes burócratas supo la marca de sus automóviles, casas y terrenos a su nombre o al de sus familiares y hasta amantes, además de inversiones en Casas de Bolsa, sin olvidar los enormes recursos escondidos en cajas de zapatos colocadas debajo de las camas o en los roperos en sus departamentos... El triunfo fue total.
Una mañana logró entrar al Congreso de la Unión reunido en sesión solemne. Se llevó consigo una pequeña grabadora escondida en la bolsa de su solapa izquierda para no olvidar los datos reportados por su visión mágica. Sorpresivamente tomó del brazo a un diputado y le clavó la mirada como si lo encañonara con una pistola. Acto seguido, lo cuestionó en voz alta de modo que lo escuchara la mayor cantidad posible de legisladores:
-Usted tiene depositado en el Chase Manhattan Bank 2 millones de dólares de mordidas recibidas por su partido para aprobar al vapor el presupuesto de egresos. Cuando su interlocutor no salía de su azoro le hizo saber a un senador de la República, integrante del tricolor de apellidos tan retumbantes como intocables, que éste poseía condominios en Miami a nombre de interpósitas personas y contaba con varias cuentas de cheques abiertas en paraísos fiscales con importes de 10 dígitos o más, capitales producto de los cochupos o de negocios ilícitos que sus equipos de ingenieros financieros creían haber escondido a la perfección para apartarlos del escrutinio público. La cara de terror de todos y cada uno de los legisladores, cuyos delitos muy pronto ocuparían las primeras planas de los diarios del país, llenaban de auténtico placer al destacado optometrista, candidato al Premio Nobel. Al día siguiente le impidieron la entrada al sagrado recinto, en donde se mantenía secuestrada a la sociedad mexicana víctima de todo tipo de abusos y estafas.
Al retirarse para dirigirse a Palacio Nacional con los lentes puestos, fue atropellado por un camión conducido por un chofer en estado de ebriedad que, como pudo, se dio a la fuga...
@fmartinmoreno